lunes, 23 de febrero de 2009

De que se rien los villanos?

En el imaginario del hombre siempre ha existido el miedo como motor, como búsqueda ciega de placer y significado ya que lo desconocido nos llama a explorarlo, a pesar del escalofrío en la espalda. El placer terrorífico surge como vértigo, el gusto por el grito contenido en una sala de cine oscura, el estremecimiento frente a historias imposibles contadas en esas horas de la noche donde parece que la razón ha desaparecido y solo queda la posibilidad de lo terrible. También el terror como significado, porque a través de la zozobra imaginada, el sentido de la vida se impone, esa vibración primaria que nos llama a preservar la cordura, la integridad, nuestro ser básico inocente y humano frente al embate de lo inexplicable con su fuerza destructora.

El miedo del hombre urbano que encuentra -con sorpresa- lo perverso en otro ser con su misma mirada, viene precedido por siglos de decantación. Los monstruos mitológicos del mundo antiguo, las caribidis y escilas que resguardaban las fronteras del mundo conocido, los bestiarios medievales con incubos y súcubos lascivos, y hasta el propio villano gótico con su melancolía de ultratumba, un Drácula que sufre por su eternidad impuesta manifestando su existencialismo al buscar distraer el tedio del infinito al que esta condenado. Todos estos villanos se desdibujan frente a la creación urbana maligna, a la Némesis moderna cuyo sadismo y ausencia completa de moral causan estupor y estremecimiento.

No deja de causar extrañeza percibir el cambio en los patrones de los villanos con los que nos sentimos cómodos, a los que realmente tememos. La semilla ya esta ahí, el Doctor Caligari, como máxima expresión del expresionismo alemán, nos muestra un perverso doctor que controla a una asesino-zombie que rapta mujeres y aterroriza pueblos enteros sin remordimiento alguno. El Golem de Meyrink que nos introduce por submundos de la amoralidad donde un ser hecho de barro puede estrangular a sus victimas sin ningún reparo en cualquier calle de Viena, o el propio Fantomas, psicópata francés que se encargo de darle entierro al villano gótico con sus colmillos y sus capas. Fantomas surge como el paradigma del asesino traidor, camaleónico y sádico que aniquila a sus victimas con técnicas bizarras plagadas de ratas y serpientes. Pero siempre queremos mas perversión en nuestros villanos, también mas credibilidad y maldad, así surge Alexander Delarge que se encarga de personificar la anarquía y la violencia Per se, sin juicio moral, sin obtención de placer trascendente, solo la destrucción y el dolor es su recompensa.

Podríamos esperar compasión de Frankenstein conmovido por la pequeña niña con la que se tropieza en su huida, imagen de la infancia que desconoce al monstruo como fuente del mal, igual que el Ogro de los cuentos, redimido por la inocencia. Pero el postmodernismo con su soledad tecnológica, sus atentados terroristas y la representación de un mundo hundido en la zozobra nos exige un villano desalmado, un villano que no reconoce ni respeta ninguna estructura exceptuando la lógica enferma del placer sádico que no transa con el poder ni el dinero. Al villano moderno solo le interesa el caos y eso lo hace más terrorífico, porque no hay manera de comprarlo, de convencerlo, de conmoverlo, de chantajearlo, su raíz maléfica y su egoísmo lo hacen invencible.

Nuestro villano urbano que nos refleja y nos repugna. Al final de la historia solo queda la sonrisa perturbadora de Hannibal Lecter que sabe lo que nos espera en ese mundo de terror amoral que nosotros hemos pedido.

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