lunes, 28 de febrero de 2011
Otra Raya que le Sale al Tigre
Qué cosa extraña es el ser humano occidental que siempre está buscando ese reconocimiento individual, ese afán de ser diferenciado como único, de creer que las cosas que nos pasan solo nos suceden a nosotros y que cualquier coincidencia con otro personaje en experiencias o sentimientos es un pequeño milagro del azar. Pero claro, esta “especialidad” es un patrón que se repite como tantos otros en la conducta humana, por eso las ciencias sociales como la sociología o la antropología pueden hacer fiestas clasificando conductas, culturas, reacciones y sistemas gracias a nuestra sorprendente predictibilidad.
Esto lo pensaba hoy mientras le dejaba un mensaje en su teléfono a una amiga. En ese momento entendí por que la molestia de dejar mensajes, porque no hay un reconocimiento de la individualidad del que llama en el tono y el contenido de un mensaje telefónico. Eso explica porque la voz del amigo suena impersonal y remota, el amigo le habla a una nada en general, a un interlocutor que puede ser tanto alguien del banco pidiendo autorización para el uso de su tarjeta de crédito (clonada) en el aeropuerto de Panamá o para confirmar una cita médica, o cómo no, tambien a esa gran amiga que quiere quedar para almorzar. Por el contrario, el interlocutor que deja el mensaje está llamando a una persona especifica, que tiene una imagen y evoca unos sentimientos particulares en la persona que llama, cuando uno marca el teléfono está esperando una respuesta que corresponda a esa imagen mental, no un mensaje dirigido a una nada impersonal en donde el que llama no ha sido contemplado en toda su unicidad.
Y seguía encontrándome con cosas que me recordaban la batalla por el reconocimiento del yo, pero esta vez a través de cómo nos educaron y como construimos la imagen de lo que somos ahora, esa individualidad de la que somos responsables. Estando en esas me encuentro con el modelo de la “tiger mom” según el cual la madre (oriental de preferencia) a través de una negación sistemática del fortalecimiento de la autoestima de sus retoños y gracias a un régimen draconiano (aunque la referencia geográficamente no pegue con China pero aquí ayuda a dar claridad) combinado con un buen sistema educativo, los convierte en clavadistas olímpicos o en Yo-Yo Ma, por lo bajito. Claro que ya han salido a relucir los pros y contras de este sistema en donde los niños son vistos mas como una máquina que hay que perfeccionar para que alcance el éxito que sus progenitores no alcanzaron pero ese perfeccionamiento también los deja perdidos en un mundo donde el que tiene la autoestima alta por lo general sale ganador no solo en el aspecto laboral sino vital, que en mi humilde opinion vendria siendo el más importante.
También está el sistema opuesto en donde la promoción de la alta autoestima sin ningún tipo de disciplina que ayude a construir un ser humano estructurado y donde el único elemento educativo es la voluntad y el berrinche del chiquillo, nos lleva a que el personaje en cuestion no sepa sumar ni restar, pero eso sí, se considere Goldbach y como uno podrá demostrarlo a traves de ciertos exponentes con altos niveles de autoestima pero con muy bajos coeficientes intelectuales, termine en su adultez invitando al Presidente Obama a la inauguración de su negocio en un garaje en la calle Primera de Mayo.
Y como siempre dejo la conclusión abierta pensando en que viene primero, la excelencia o la autoestima.
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